lunes, 21 de julio de 2014

TSINGY DE BEMARAHA

Por la mañana la fiebre de Carles ha remitido, la diarrea aún durará unos días más. Nos lo tomamos como un castigo por las risas que hemos hecho a costa de Rob el cague... Perdón, de Rob el holandés. Pasamos el día en el 4x4 de Andue. La carretera es tan mala que sólo puede hacerse en 4x4. Vamos lentos pero seguros. Paramos a comer a la sombra de un árbol, parece un sitio tranquilo y solitario, pero como de costumbre empiezan a aparecer niños de todas partes, salen del bosque, llegan por la carretera... Y, como siempre, esperan. Ahora ya sabemos como funcionan las cosa, comemos y dejamos en un plato todo lo que no nos comeremos. Désirè se acerca a ellos y se lo ofrece, " mora, mora" les dice para evitar que se lancen sobre la comida sin control. Y les instamos a que lo repartan entre todos, aunque eso ya lo hacen ellos por sí solos. Después de devorar la comida llega el momento de las fotos y el intercambio de nombres. Descubrir que Thibaut está soltero desencadena un divertido pique entre las niñas, que le lanzan besos y gritan su nombre incluso después de subir de nuevo al 4x4 y mientras nos alejamos.
Para llegar al parque de los Tsingys hay que atravesar el río Tsiribihina, esta vez lo hacemos en un ferry. Los ferrys en Madagascar no son más que dos barcas unidas por una plataforma de madera con capacidad para 3 coches y tanta gente como quepa. Hay dos tipos de ferrys, los del gobierno y los que no lo son. Andue- y sospechamos que todos los de por aquí- prefiere los que no lo son. Un rato más de carretera nos lleva de nuevo ante un ferry, esta vez es solo para cruzar a la otra orilla, donde nos espera la zonas de acampada en la que pasaremos la noche. Mientras esperamos a que llegue el ferry- este sin motor, impulsado por cuatro chicos que hunden unos palos muy largos en el agua- jugamos un partido de fútbol con los niños del lugar.
Antes de cenar conocemos a Melic, mañana será nuestro guía en el parque. Melic viste como un explorador, si el Coronel Tapioca no existiera, Melic lo inventaría. Botas de montaña, pantalón corto color caqui, camiseta verde, chaleco marrón, gorra caqui y mochila con todo lo que un buen excursionista necesita. Ha venido a conocernos y a explicarnos todo lo que necesitaremos mañana: buen calzado, un frontal (no, nosotros no tenemos un frontal, somos unos cutres que no pasaron por el Coronel Tapioca antes de ir de viaje y nos tocará hacer la excursión con la linterna del iphone - ¡urbanitas!-), antimosquitos, crema para el sol, gafas de sol (otro fallo -las aviator ya no se llevan así que... - No, tampoco cogimos gafas de sol) ¿Pero dónde vamos? ¿Qué es un Tsingy?

Al día siguiente, muy pronto por la mañana, Melic viene a buscarnos ataviado a lo Coronel Tapioca de arriba a bajo. Pronto nos damos cuenta que se toma muy en serio su trabajo, es joven y le gusta lo que hace. Seguramente no haya ningún protocolo establecido sobre lo que debe explicar y lo que no un guía, así que él se ha preparado su propio speach. Básicamente nos cuenta todo lo que se le ocurre.


Los Tsingy resultan ser unas curiosas formaciones rocosas en forma de punta. Los primeros habitantes de la isla les dieron el nombre de Tsingy, que en su lengua significa caminar de puntillas. Eso nos explica Melic, después de advertirnos que nos encontramos en una zona sagrada en la que no se debe señalar, como muestra de respeto, si uno quiere llamar la atención sobre algo debe extender el brazo pero no el dedo índice, sólo el nudillo.


La excursión dura unas cuatro horas en las que recorremos 3km, entre bosque, cuevas y el Grand Tsingy. Es complicado caminar entre las puntiagudas rocas, pero vale la pena el esfuerzo de llegar hasta lo más alto.



Por la tarde, Melic nos lleva a ver el Petit Tsingy, las mismas formaciones rocosas pero más pequeñas.


Quedamos encantados con la visita y exhaustos. Al volver al campamento nos damos cuenta que al otro lado del río, dónde cogimos el ferry, hay un camión hundido en el agua, seguramente debido a una mala maniobra al intentar subir al ferry. Somos testigos de los esfuerzos de los lugareños para sacar el camión del agua. Como siempre el buen humor predomina y ellos mismos se ríen cada vez que ven el camión metido en el agua. Pasan horas antes de que llegue otro camión para remolcarlo. Finalizado el espectáculo, nos vamos a dormir a nuestra tienda de campaña, que mañana hay que madrugar.



2 comentarios:

  1. Quines fotos mes boniques!
    Quina sort que en Carles ja s'ha curat de la seva "malàriacaguetes" !
    Aprofiteu be el sol i guardeu-ne una mica per Man.
    Petons. Mami

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  2. Que xulo!!
    I del camió mig enfonsat no hi ha fotos??

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